Con cierta frecuencia, los escépticos se lamentan de la escasa o nula presencia de colegas en los medios de comunicación y en la universidad para contrarrestar la publicidad pro misterios populares. Afortunadamente esta presencia ya no es inexistente. El ejemplo más destacado es el de la
Universidad de La Laguna y el curso interdisciplinar
Ciencia e irracionalidad en la cultura contemporánea, que va ya por el 5º año consecutivo. La queja tiene entonces sentido desde un punto de vista histórico. Por ejemplo, no conozco que ante las barbaridades que semana tras semana soltaba sin freno en los años 70 y 80 el recientemente fallecido Fernando Jiménez del Oso (me importa un comino, para lo que aquí se trata, que comunicase bien y que tuviese habilidad para provocar el
acojone general con su voz, su cara y la iluminación de 10W del estudio de programita televisivo) hubiese una avalancha de cartas de protesta a TVE por la emisión de semejante mejunje ocultista. Cito este caso por ser el más significativo de la historia de la televisión española, aunque hubo otros casos puntuales, como aquel programa de entonces televisivo Iñaki Gabilondo sobre los platillos volantes en el que Juan José Benítez intentó que la gente comulgara con sus siempre desproporcionadas ruedas de molino extraterrestres. (Un contraejemplo afortunado, aunque reciente, es la carta de protesta y el
manifo relacionados con la producción televisiva más
chiripitifláutica de los últimos siglos,
Planeta encantado. Como ya he dicho en otras ocasiones, lo
anómalo es un género en sí mismo y no tiene
sentido mediático que a un crítico escéptico se le conceda la misma cantidad de tiempo que al experto paranormal o avispado vendedor de maravillas de todo a cien para refutar sus afirmaciones y alucinaciones. Esta es la lógica de los medios; o su inercia. Pero al escéptico (o al científico preocupado, que es una subespecie del primero) esto le tiene que importar bien poco.
No tengo una respuesta precisa para explicar el tradicional y escaso interés de los científicos por refutar u ofrecer una respuesta adecuada a la cargante presencia de lo misterioso y enigmático en los medios de comunicación (no es necesario detallar el sentido de estos dos adjetivos en este contexto, al margen de existan razones bien fundadas para dudar de que algo de lo que pasado por tal en los medios lo sea realmente). Habitualmente se apela al escaso tiempo que una profesión absorbente deja para estas cosas de las réplicas y el batallar
anti-magufo; en otras nos encontramos con disposiciones personales poco propicias para el desenvolvimiento cómodo en los medios de comunicación, mezcla de timidez y falta de experiencia; y aun con un escepticismo (ay, perdón, que he dicho la palabra tabú) ante la utilidad o efectividad de la crítica y la protesta en lugares cínicos o carentes, la mayoría, de la capacidad para distinguir entre un sujeto racional y un soplagaitas del alto astral. Por favor, se me colocan en el grupo que más les cuadre, o creen uno a medida. Quizá el fenómeno obedece también a otras causas más generales, como la existencia de una corriente científica socialmente reconocida y otra subterránea paralela, mágica y a-científica, entre las cuales sólo se producen ocasionales puntos de fricción a plena luz del día, ignorándose mutuamente la mayor parte de las veces.
El maguferío parece especialmente interesado en colarse en las universidades españolas. El último ejemplo es el programa
Milenio 3, una cosa de la cadena SER sobre misterios al que la Universidad del País Vasco acoge en su seno hoy mismo, en el Campus de Guipúzcoa. Esto debe ser una actividad de extensión universitaria, ¿no? Pero mucho van a tener que extender y alargar el invento para que adquiera algún sentido, y para que no dé vergüenza ajena. ¿Le darán un crédito a los alumnos asistentes? O mejor aún, ¿le quitarán un crédito a los alumnos asistentes? Es que van a hablar de los
más fascinantes enigmas, pero algo me dice que no van a tocar el origen del universo, ni de la extinción de los dinosaurios, ni de la formación de planetas alrededor de otras estrellas, ni de cosas que exijan pensar un poco, sino de una colección de cuentos chinos, barajada de otra manera y dispuesta para su consumo, como quien llega a una fiesta y se encuentra la mesa de los entremeses preparada: alargas el brazo y te zampas la sábana santa con anchoas; o alguna cara de Bélmez con caviar. Y yo -el otro, quiero decir- me froto las manos, que aunque la entrada es gratis me gano un pico intangible -popularidad, carisma y buen rollo por doquier, que a su vez genera lo que genera, cual pescadilla que se muerde los cc. Empaqueto los bártulos y en unos meses me monto otro chiringuito de
ciencia de vanguardia en otro campus...
Es necesaria una mayor implicación, más esfuerzo de crítica, más cartas de protesta, más réplicas en los medios de comunicación, más quejas públicas por las actividades pseudoculturales de individuos que prefieren adular a una parroquia de jóvenes aficionados al misterio antes que despertar en ellos el deseo de revolver la abundante mierda de que se compone
Magufolandia. Es bueno y saludable hacer lo posible para formar personas activas y críticas, o por proporcionar las herramientas intelectuales mínimas para que tenga lugar la auto-formación, el cultivo propio de la sensibilidad, ya sea con la lectura de Yeats o Dawkins, me da igual (o con Hölderlin y Stephen Jay Gould). En cualquier caso, hacer lo posible para que no caiga -o si cae durante el menor tiempo posible- en la pseudo-cultura de lo enigmático
de diseño, en la dispensa continua de maravillas estúpidas, de extraterrestres que adiestraron a los egipcios, de trozos de tela con la supuesta figura de Jesucristo y disparates similares, en todas aquellas afirmaciones, hechos y relatos del mundo mágico y alternativo que cabría caracterizar como "efectos especiales de película de serie B". La mediocridad se muestra como tal, y se arroga el derecho a presentarse como tal mediocridad (autonomía de pacotilla para creer en lo que nos apetezca, criterio del gusto mayoritario, libertad como producto
self-service ante la cual la crítica se vuelve inoportuna, etc.), amparada por los medios de comunicación, espléndida y repetida confirmación de la tesis que Ortega y Gasset delinease en
La rebelión de las masas.